miércoles, 16 de enero de 2008

CUENTOS CORTOS HILVANADOS III





Crónicas reales (Primera Parte)


Por R.P.




1

“La Hormiguita" se lanzó al Mercado:

“¿Tenés un montón de proyectos, ideas, intuiciones y no tenés idea de cómo realizarlos? Hacemos tus videos, animaciones, audio, instalaciones, objetos tridimensionales, arte digital, fotografías, libros de artista, esténcil, fotomontajes, graffiti, murales callejeros, etc., etc. Mixturados o por separado”.


“Trabajamos por vos, tu trabajo es pensar.”


La Hormiguita-Producciones de Ideas(1)


(1) La Hormiga, no La Hormiguita existe. El autor, mejor dicho compilador se ha limitado a exagerar los servicios ofrecidos y darle un giro irónico a la publicidad difundida por correo electrónico.





2

El muchacho quiso pasarse de listo y recibió unas cuantas trompadas. En un acto artístico -realizado en un Centro Cultural de la UBA- mezcla de terapia grupal y perfomance confesional relató que había tenido relaciones sexuales consentidas con la sobrina de 9 añitos recién cumplidos (… ¡ooh!...); estaba de rechupete la pendeja, no se imaginan las delicias celestiales a las que ascendí saboreando de yapa los placeres del incesto… Para qué, ahí nomás las bestias peludas bien o malpensantes, según el cristal con que se mire, le gritaron hijo de puta y le encajaron sin más, no se cuantos sopapos y algunas patadas ahí abajo (donde más duele) que lo dejaron grogui por un rato largo. No entienden que el arte, sobre todo si es transgresor, está siempre lleno de riesgos, porque todo artista verdadero se juega la vida en cada obra y el muchacho que no es cualquier muchacho sino “el más importante artista autorreferencial porteño” según una prestigiosa crítica, se jugó. Completó el panorama la explicación dada por la sagaz y sensata curadora del evento, que dice más o menos así: lo hizo por amor al arte no a la pequeña, con unas cuantos botellitas de vodkas encima, tomadas nada más que para darse ánimos para largar la terrible confesión, que en verdad no es una confesión en el sentido estricto del término, sino una perfomance caliente y desnuda. Si, estábamos calientes y desnudos ambos, estaba diciendo él, justo cuando recibió el primer cachetazo.

Hay gente que no distingue los límites entre el arte y la vida (“¿es que el arte no pertenece de la vida?”), porque una cosa es decir me follé a la menor en un alarde creativo, que fallársela realmente en un alarde patológico, aunque algunas almas seudo sensibles imposibilitadas de sintonizar con los veloces cambios posmodernos puedan argüir con pacatería que “la confesión” es de mal gusto chabacano u otros de mentalidad legalista policíaca acusarlo de apología del delito. No faltan aquellos, como el tío Pancho -que de arte no sabe nada y menos de arte contemporáneo- quien, muy suelto de cuerpo opina que si tal como parece, no es cierto el hecho, no es este muchacho, ni tan importante artista ni tan autorreferencial, porque vendría a ser tal cual mi compadre el Eduardo, que cada vez que se encuentra con los amigotes en el bar de la esquina a tomar unas cervezas, comer una picada, hablar de fulbo y de minas, se coge ahí nomás parloteando a niñas, adultas y ancianas, autopresentándose como el Gran Cazador Argentino… le diré que se busque una Curadora le diré…

Como afirma el refrán, no hay mal que por bien no venga. El artista logró largos centímetros de prensa porque afortunadamente los espíritus eruditos - contemporáneos, como debe ser- lo respaldaron con sólidos argumentos sobre el profundo giro de la mirada hacía al propio ombligo, no del arte, sino de los creadores. La Universidad, además, ha encarado enjundiosas investigaciones sobre el fenómeno de la intolerancia a las manifestaciones artísticas transgresoras.



El logro mayúsculo, sin embargo, a resultas del incidente está en la propia creación, pues el artista realizó para testimoniarlo, una obra emblemática, que contiene centralmente esta escueta información referida a si mismo:

Sobrinas volteadas: 1 (una), por ahora.

Botellas de Vodkas ingeridas: 3 (tres)

Trompadas recibidas: en la cara, 14 (catorce); en la panza, 5 (cinco).

Patadas recibidas: en el culo, 2 (dos); en los testículos, 1 (una).

Saldo de la golpiza: 1 (un) hematoma en el ojo derecho; 1 (una) oreja hinchada y dolorida; 1 (una) herida leve en el labio superior lado izquierdo; 1 (un) rasguño sangrante en la frente; 1 (un) huevo inflamado.


Moraleja: Nunca el costo es demasiado alto si el beneficio es mayor.


Crónicas reales
continuará